GIULIA MARTINI

Giulia Martini, disléxica, graduada en Economía, experta en aprendizaje estratégico, ha impartido cursos y dado conferencias tanto en Italia como en España, habla cuatro idiomas. Preparadora personal de aprendizaje estratégico desde el 2010, ha trabajado en Milán y en Roma. Actualmente vive en Barcelona. Ha ayudado a cientos de familias y se ha especializado como docente de técnicas específicas para tratar la dislexia.

“Como todos, yo también fui a la escuela, después empecé la ESO, hice el Bachillerato humanístico y finalmente llegué a la carrera de economía. Todo dentro de lo normal.

Pero lo cierto es que de normal no tenía nada.

La escuela la he vivido con miles de emociones encontradas, por una lado me gustaba mientras que por el otro me aterrorizaba la comparación con mis compañeros de clase, porque me daba cuenta de que yo era diferente, que no funcionaba de misma forma que los demás. Mis dibujos eran más simples que los de los demás, mis trazos de la A o de la O, que haces en la escuela para aprender a escribir, tenían las colitas en el sentido opuesto.

giulia martini

Cuando se trataba de leer en voz alta mi corazón empezaba a palpitar, se me nublaba la vista y las palabras empezaban a bailar en un modo que no era aquel en el que estaban escritas. Me sentía diferente y nadie perdía ocasión para recordármelo.

No he recibido mucha ayuda por parte de la escuela, nunca se interesaron en comprender el por qué de las diferencias, el por qué del malestar, solo se limitaban a dar su votación que caían sobre mi como rocas cuyo peso no podía soportar.

Recuerdo que mi madre, un poco preocupada porque sin saber qué estaba sucediendo, me llevó a hacer algunas visitas, al comienzo me dijeron que tenía problemas de audición y que no reconocía los sonidos.

Esta es la versión oficial que ha permanecido por varios años.

Demasiadas etiquetas y ninguna solución.

Solo a la edad de 17 años finalmente entendí que se trataba de Dislexia.

Me esforcé muchísimo para poder superar los años escolares con una media penosa, totalmente injusta respecto a todo mi empeño y esfuerzo.
Iba a clases particulares para varias asignaturas y todavía recuerdo la sensación de abrir el libro de matemática y no tener ni la más pálida idea de qué era lo que tenía que hacer. Me daba muchísima vergüenza.

La idea de llamar alguno de mis compañeros para que me explicara lo que había que hacer tampoco me convencía. Siempre tuve la sensación que tenía que protegerme de ellos, tenía que evitar que se dieran cuenta de que yo no era capaz.

Me acuerdo del 4 de latín, con la anotación del profesor: “se ve que sabes la gramática, pero esta traducción no tienen ningún sentido”.
De un modo u otro, con un enorme gasto de energía y estando constantemente enferma, conseguía sacar varios 6.
Solo con el diploma llegaron las primeras ayudas, pero no la solución.
Mientras tanto crecía dentro de mi el deseo de demostrar a mi misma y al mundo que yo podía hacer todo aquello que quería, que yo era capaz, que tenía el talento para realizarme.

Siempre estuve convencida de que cada ser humano tiene talentos, que no todos funcionan de la misma manera, que existe la forma para poderlos valorarlos, y así fue como me inscribía a la universidad de economía, con las ganas de descubrir qué se escondía detrás del número de la facturación y de un presupuesto que se tenía que respetar. Estaba convencida de que una persona con una característica como esa no podía encajar en cualquier sitio, sus habilidades no podían ejecutarse en cualquier ámbito, pero deseaba descubrir su talento y saberlo apreciar, hacerlo crecer de forma que lo pudiese explotar al máximo.

Mientras caminaba por la universidad con esa idea en la cabeza, una chica me paró diciéndome que existía un modo para estudiar rápidamente.
La palabra rápido asociada al estudio era algo absolutamente desconocido para mi, un sueño que nunca hubiera podido realizar, al contrario estaba perfectamente acostumbrada a renunciar a varias cosas: tiempo libre, salir con mis amigos, fines de semana de relajación, deporte, etc. No me lo he pensado dos veces, tenía demasiada curiosidad, tenía que descubrir de qué se trataba.
Fui a la presentación del curso con la idea de inscribirme, aunque si era un poco incrédula de que pudiese realmente funcionar conmigo… Significaría que existía una solución para mi dificultad.

Después de haber encontrado las técnicas de aprendizaje, es decir, un modo de aprender diferente de aquel al que estaba acostumbrada hasta ese momento, un método que respetaba incluso mis características como persona disléxica, o sea, un método que funcionaba, mi vida cambió completamente.

Mi vida cambió porque también yo podía estudiar sin ponerme mala y sin renunciar a mi vida personal. Pude graduarme a tiempo, sin pagar más dinero a la universidad, también me saqué un master, sin haber asistido nunca a ninguna clase porque trabajaba.
He obtenido resultados que nunca hubiera podido imaginar y esto ha hecho que cambiasen diferentes dinámicas en mi vida, he empezado a tener mucha más confianza en mi misma, ha cambiado la forma en la cual me veía.

Después de varios trabajos en el ámbito económico y de recursos humanos elegí trasladarme a España y ayudar a las personas a descubrir su propio potencial a través de las técnicas de aprendizaje.

Decidí dar a conocer mi historia para ayudar a los padres con hijos disléxicos a no dejarse intimidar por el monstruo de la dislexia, a comprender que no pueden pedirle a un pez que se suba sobre un árbol pero pueden enseñarle a nadar de tal modo que tenga la posibilidad de disfrutar del mar y ser felices”.